Beneficios del tratamiento terapéutico para personas que han incurrido en conducta violenta

Beneficios del tratamiento terapéutico para personas que han incurrido en conducta violenta

La violencia se asocia a la respuesta impulsiva de una persona guiada por alguna emoción de carácter negativo propia como el enojo o el coraje. En nuestra sociedad solemos llamarlo violentador, el cual recibe un castigo ante la ley al infligir los estatutos de conservar la paz y la sana convivencia.

 

Al finalizar la sentencia suelen recibir castigo por dicha conducta por la afectación hacia la otra persona, pero desafortunadamente esto no garantiza que el agresor no reincida en dicha conducta ya que el cumplimiento no asegura que esto no pueda volverse a repetir.  

 

Al verse afectada la persona (que recibió la agresión) es ella la que solo recibe la atención psicológica. Hasta aquí podemos estar de acuerdo en que se le brinde el apoyo al que recibió la agresión ya que su integridad se vulneró.  La pregunta es ¿por qué el violentador no recibe también terapia psicológica? 

 

Fuera de estigmatizar al agresor por creer que no debe ser merecedor y menos beneficiarlo por su agresión, se pierde la oportunidad de tener una intervención integral, ya que así se podrían atender los casos de violencia pasando de lo general hacia lo específico. 

 

 

¿Cómo surge la conducta violenta y cuál es la forma de intervención para que esto no se repita?

El cerebro de una persona que ejerce violencia es propenso a tener menor actividad cerebral en el área prefrontal (razonamiento, toma de decisión y autocontrol), es aquí donde existe el freno de la conducta impulsiva; en cambio posee mayor actividad en el área límbica, en específico la amígdala cerebral encargada de las emociones como el enojo. 

 

Los pensamientos suelen estar orientados desde las estructuras cognitivas llamadas creencias; esas que con el tiempo el sujeto fue construyendo desde experiencia directa con su entorno donde se desarrolló adquiriendo aprendizajes, los cuales ante situaciones de estrés y en algunos casos de consumo de drogas, han incrementado la posibilidad de expresar la conducta violenta. 

 

La terapia beneficia al entorno del usuario (casa-familia) ya que durante el proceso terapéutico este entra en una dinámica de reestructuración de sus creencias, las cuales permiten generar adaptaciones en forma de percibir los estímulos; beneficia además la creación de los pensamientos adaptativos ante los conflictos facilitando la creación de nuevas conexiones entre la corteza prefrontal y la disminución de la actividad de la amígdala cerebral,  propicia el “freno” y la limitación de la respuesta violenta.  

 

 

La evidencia  

El proceso terapéutico presenta cambios adaptativos en los sujetos a partir de la sexta sesión. Le permite reflexionar, aprender y asimilar herramientas relacionadas a disminución de la tensión por estrés o ansiedad, manejo de la conducta violenta; así como al final del proceso terapéutico la persona recibe la capacitación en resolución de conflicto, mejora su gestión en inteligencia emocional, disminución de la comunicación agresiva fomentando la asertividad y la creación de relaciones afectivas positivas.

 

Conclusiones 

Tal vez no podamos cambiar los contextos ni las historias de estos sujetos que decidieron responder de manera agresiva, tampoco justificar sus acciones ya que la violencia en la sociedad que participamos es algo inaceptable. El castigo sólo implica el incumplimiento de las reglas sociales, faltaría agregar que si podemos tratar a las personas con la dignidad pertinente, para que ellos puedan acceder a la oportunidad terapéutica que les permita ir reconstruyéndose, esto sumaría a seguir construyendo una sociedad relacionada a la paz para coexistir en armonía.

 

 


 

Autor: Psicólogo Miguel  Mora

Psicoterapeuta del programa Reconstruyéndome de Mujeres de Paz

 


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