La maternidad de “Mary” en prisión

La maternidad de “Mary” en prisión

Se trata de una de las 258 mujeres que hasta el 2022 se encontraban embarazadas o en periodo de lactancia en cárceles del país; en la penitenciaría de Aguaruto se encuentran cinco madres con sus hijas e hijos en el interior, y tres más embarazadas.

 

“Mary” deseaba ser madre. Fueron varios años de frustración. Cierto día pidió a Dios con más fervor del cotidiano y acompañó las oraciones con “té de Damiana”. Un mes después solicitó visita al módulo vecino, el varonil, para informar de su embarazo a su ahora ex esposo. En ocho meses, ellos continuarán en prisión, mientras que “Anita”, la hija de ambos, deberá abandonar las celdas al cumplir 3 años, la edad máxima para permanecer ahí. Sin familiares que la esperen en el exterior, es posible que sea atendida por el DIF.

 

Aunque el nacimiento de “Anita”, dice, fue el mejor momento de su vida, éste trajo también una cuenta regresiva que día a día incrementa su ansiedad. Constantemente lee lo posible acerca de leyes, busca la manera de conservar con ella a su hija solo dos años más, el tiempo que le resta para cumplir su sentencia. 

 

“No tengo mamá, no tengo papá; mis abuelas y tías están en su mundo, aun así, no hay un vínculo con ellas, y tienen hijos pícaros, mañosos; es la verdad. No creo que vaya a estar bien con nadie ¿Qué hago?, ¿la doy en adopción? Debe haber una forma en la que la niña pueda quedarse conmigo un poco más de tiempo”.

 

Si esta obligatoriedad, cuestiona, obedece a temas educativos, argumenta que ella misma ha enseñado el abecedario en español y en inglés, y además conoce los números y los colores. La madre propone como alternativa que “Anita” reciba el preescolar en una modalidad a distancia.

 

Su detención

“Mary” apenas cumplía la mayoría de edad cuando fue detenida, acusada de robo de vehículo, delito que le sorprendió en su momento, pues en realidad ella pretendía “dar un susto” al hombre que la había acosado y ofendido. Su plan era abandonarlo desnudo sobre la carretera La Costerita y para ello solicitó ayuda a un amigo, quien la asistió en un auto con reporte de robo. La víctima se arrojó del vehículo en movimiento, mientras que ella y su acompañante fueron detenidos.

 

Una vez en prisión, conoció a un hombre que le doblaba la edad y la conquistó rápidamente. Hace apenas un mes firmaron el divorcio. Ella estaba cansada de la relación, misma que considera, resultó más afectada al no permitir que la hija de ambos pasara una noche en el módulo varonil, pues dice, “el diablo no duerme”.

 

“Yo no le prestaba a la niña porque él es hombre y aparte hay solo hombres allá, no tengo ningún problema con él, pero no creo que sea adecuado que una niña esté sola ahí. Él me agarró mucha tirria. Cuando nos divorciamos acordamos que le llevaría periódicamente a la niña y que las visitas serían en áreas abiertas, no en su cuarto. Desde entonces ya no la ha querido ver. Me dijo que estaba en depresión”.

 

“Siento una responsabilidad muy grande con la niña, ¿cómo no la voy a cuidar tanto?, si yo se la pedí a Dios y él me respondió”.

 

“Mary” recuerda el abuso que sufrió durante su infancia por parte de un familiar, e indica, no expondría a “Anita” a algo como eso.

 

“Todos los días le enseño cosas: que sea educada, que sea empática. No quisiera que la niña cometiera los errores que yo cometí (delito), sino que aprenda a hacerse respetar y resolver los problemas de buena manera, sin afectar a nadie”.

 

Desde su embarazo, comenta, ha costeado la mayor parte de sus gastos ofreciendo a otras internas manicure, pedicure, uñas acrílicas, peinado y maquillaje; oficio que aprendió en su internamiento y que actualmente es su principal fuente de ingreso, pues ya no recibe recursos de parte de su expareja.

 

“Al salir nos iremos a la casa de una tía que se fue a vivir a Estados Unidos. Ella me ofreció su casa y pienso poner mi local, mi negocio; no quiero tener una relación con un hombre y llevarlo a mi casa y conviva con mi hija, no. Yo solo pienso en mi hija, ella es mi prioridad; quiero llevarla a la escuela, que no haga lo que yo hice, que no pase por cosas que yo pasé”.

 

Madres en el Centro Penitenciario

Hasta julio de 2023, 234 mil 067 personas se encontraban privadas de la libertad en los centros penitenciarios del país. De estos, solo el 5.66% corresponde a mujeres, según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno Federal.

 

En la penitenciaría de Aguaruto, en Culiacán, habitan cinco niñas y niños con sus madres. La mayor es “Anita”, le siguen bebés menores de 1 año 8 meses. También se encuentran tres mujeres embarazadas.

 

El Censo Nacional de Sistema Penitenciario Federal y Estatal 2023 del INEGI reportó que, al cierre de 2022, 258 mujeres se encontraban embarazadas y/o en periodo de lactancia (61.2% de ellas) en cárceles del país. Adicionalmente, se registraron 317 mujeres que tuvieron consigo a sus hijas e hijos menores de seis años, cifra que disminuyó un 12 por ciento con respecto al 2021.

 

En 2016, con la publicación de la Ley Nacional de Ejecución Penal, se redujo la edad en que las y los menores podían permanecer con sus madres recluidas en centros penitenciarios. Pasó de los seis a los tres años. 

 

El artículo 10 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, establece la obligación de las autoridades en el ámbito de sus competencias, de adoptar medidas de protección especial para los derechos de niñas, niños y adolescentes que se encuentren en situación de vulnerabilidad por circunstancias específicas.

 

Las Reglas de las Naciones Unidas para el tratamiento de las reclusas y medidas no privativas de la libertad para las mujeres delincuentes (Reglas de Bangkok) se refieren a la necesidad de instalaciones y artículos necesarios para satisfacer las necesidades de higiene para el cuidado personal de las y los niños que acompañan a sus madres, además de alentar y facilitar el contacto de las reclusas con sus hijas e hijos y, en su caso, establecer las condiciones para que las mujeres puedan amamantarlos y brindarles el máximo de posibilidades de dedicar su tiempo a su cuidado.

 

Debido a esto, el Estado debe suministrar gratuitamente alimentación suficiente y puntual, dotar servicios permanentes de atención de salud especializada, e implementar ajustes razonables para la crianza sea la misma que la de los niños que no viven en centros penitenciarios.

 

Pese a lo anterior, en México no existe una asignación material ni presupuestal suficiente para la protección y garantía de las niñas y niños que acompañan a sus madres. El tema ha sido analizado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). En su informe sobre las mujeres internas en centros de reclusión de la República Mexicana, destaca la preocupación por las condiciones y el trato que se brinda a las mujeres y a los niños y niñas, visibilizando la necesidad de garantizar el respeto a los derechos humanos de estas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad, en particular por la falta de instalaciones que garanticen estancia digna, deficiencias en el servicio médico y de educación, alimentación, clasificación.

 


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